Os prometo que es la tarta que más he disfrutado haciéndola de toda mi vida. Soy una fanática de la fiesta de Halloween y todo lo relacionado con ese tema me apasiona.
Cada tronco de arbol, cada fantasma, cada ojito del castillo lo he pasado "pipa" incluso cuando llegó la hora de recogerla la chica que la encargó, sentí que me desprendia de algo muy valioso.
No sé como explicarlo pero la noche de Halloween siempre me parece que tiene algo mágico. Cuando vivía en Cádiz mi sobrina mayor (nos llevamos solo 4 años) prepárabamos una calabaza hecha de vendas de escayola, pintada con todos sus detalles y la transformábamos en un farol. Nos disfrazábamos de algo de terror, cogíamos a la pequeña (tendría entonces 6 años o así) con algún amiguito e íbamos por las casas pidiendo caramelos para ellos. Más adelante tuve un negocio y cada vez que llegaba Halloween lo decoraba con telarañas, velas chorreantes... y preparaba caramelos para los niños que venían. Vi muchas caras pequeñas sonriendo cada vez que les dabas un caramelo de drácula (madre mia, estaban riquísimos y te ponia la lengua roja). Como lo disfruté.
Y es que ya sé que es una fiesta que nunca hemos celebrado pero es que estoy harta de esa pena de "el dia de los difuntos".
Quiero felicidad en mi vida y a todos los que me rodean, asi que como dije el año pasado... QUE VIVA HALLOWEEN.
Ahora os hablaré de la tarta.
El castillo es una galleta gigante, como os habreis fijado. Todo todo es comestible (menos el palo que aguanta la galleta, claro) y todo está modelado a mano.
Es una tarta de bizcocho con almibar y está rellena como no podía ser de otra manera, de chocolate.
Alambres para aguantar a los murciélagos... y creo que no me falta nada.
Si teneis alguna duda ya sabeis que podeis contar con mi ayuda.
Os dejo con "mi niña bonita" y como siempre os digo... Espero que os guste